jueves, 4 de agosto de 2011

Entre Marte y Venus - Diferencias de género

Entre Marte y Venus
Hablando de lo mismo
Marcia Rosin


    En la vida de toda mujer existen dos temas fundamentales de conversación. Sin importar si se trata de una empresaria, una profesional, una ama de casa, una empleada, una modelo de revistas, una artista o una secretaria, todas hablamos de esos dos temas centrales de nuestro existir: Los hombres y las amigas. Con los primeros hablamos sobre las segundas y con las segundas pasamos horas debatiendo sobre los primeros.

    A ellas, nuestras amigas, podríamos clasificarlas en dos grandes grupos primarios.

    Aquellas, donde sin importar hace cuantos meses fue nuestro último café compartido, aún insisten en contarnos las historias de aquel mala muerte que tienen por pareja, o ex pareja. O incluso, sobre aquel intrépido y manipulador, que no hizo más que emboscarlas por un par de rápidas noches. Esas charlas en las que nosotras, como buenas amigas prestando nuestros oídos, aún continuamos escuchando y escuchando, por eternos meses, los lamentos de dicho amor frustrado.

    Por otro lado, podemos encontrar ese ejemplar grupo de amigas, a quienes por más que viéramos día tras días, se nos haría imposible seguir el hilo de sus historias de protagonistas masculinos, dado a su fascinante capacidad de constituir amores fugaces y repentinos. Esos hombres que casi siempre se tornan en ensoñaciones sobre el definitivo amor de su vida. Relatos en los cuales nosotras, aún como elegantes e incondicionales amigas, nos hallamos perdidas de tanto boxer sin nombre. Pues recordar cada uno de ellos sería, simplemente, una tarea imposible de realizar.

    Criadas todas bajo el mandato de nuestra conocida Susanita, la buena amiga de Mafalda, o ante la expectativa conformada por tantas repetidas historias de Andrea del Boca con sus príncipes azules y sus amores imposibles, henos aquí, mujeres sentadas a la mesa con un café de por medio, desabrochando nuestros secretos de sábanas las unas con las otras, como nuestro hobbie predilecto.
 
    Mientras pedimos un poco más de azúcar o edulcorante al camarero, nos encontramos a nosotras mismas ubicadas en alguno de esos dos grupos y nos transformamos en grandes consejeras mutuamente. No por más castas o más impuras, ni tampoco por monogámicas o atrevidas. Probablemente, porque todas pasamos por una etapa y por la otra, de estos grupos primarios, en el transcurso de nuestra vida. A veces lloramos con nuestras amigas, por años, por el mismo hombre, y a veces, ni nosotras recordamos sobre quien habíamos dialogado la semana anterior.
   
    Lo más paradójico es que nuestras charlas concluyen, una y otra vez, con la absurda, loca e histérica premisa, de que sin importar de que lado de la vertiente estemos, siempre nos encantaría estar ubicadas en el grupo contrario.

    Y es que en todos los relatos nos enfrentamos a una extraña dicotomía. Algunas amigas que nos cuentan lo triste de su soledad y su deseo de enamorarse pronto, versus otras que nos relatan la majestuosidad que conlleva el  “mejor sola que mal acompañada“, a lo que algunas denominan libertad.
   
    Y las hay también, aquellas otras amigas, que ya han olvidado lo referente a lo interesante de la charla sobre la problemática masculina y ahora se contentan, mucho más, con informarnos todo aquel acontecer sobre sus hijos, sus sobrinos o sus mascotas, como un derivado de ese componente denominado fálico por la psicología del último siglo.

    Y es que, cualquiera sea la vertiente que nos toca vivir, o el grupo en donde nos hallamos ubicadas en algún momento, no hay mujer que no haya manifestado a grandes voces “que no entiende a los hombres”.
   
    Con lo que podría concluir, en que el debate sobre la incógnita del pensar y el actuar varonil, es seguramente un tema que no se escapa de nuestras bocas a la hora del té. Cabe decir, que la incógnita del útero es, probablemente también, la charla más concurrida por el grupo de hombres, mientras discuten sobre goleadores de futbol, ponen la carne al fuego para su esperada parrillada, descorchan un vino y hacen algunas jugaditas de truco, póker o blackjack.

    Nada nuevo sería comentar sobre la opuesta perspectiva, y hasta la rivalidad, de los comentarios que se puedan suscitar entre los denominados seres provenientes de Marte y los de Venus.

    Pero puedo con seguridad informar, que enfrentados en la mesa de un bar, en el parque, o en un sillón de la casa, dos amigos o dos amigas, sin importar la variante de su género,  finalmente están hablando de lo mismo: Nuestra humanamente asignatura universal, el sexo.
      

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