lunes, 23 de mayo de 2011

Luciérnaga

Marcia Rosin

Aún te sigo buscando en las mañanas.
Aún te sigo perdiendo entre los sueños de la noche.
Tu caminabas solo, buscando alguien que te amarrara.
Mi soledad me acompañaba de lo que siempre estaba rodeada.
Las palabras resonaban en las rejas de lo irreconocible, en los tejados de lo invisible.
Tu magia intocable, tu luz radiante, despertando mi intriga, arrinconando la tuya.
Y descubrí bajo el fuego de tu mirada un inocente camino.
Olvidé mis palabras ya entrelazadas.
Lastimé a otros que , como yo, aún aman; que al igual que mi vida, aún sangran.
Estrellas enloquecidas, mareas alcoholizadas de arena sabor a nada, de ocasos sin historias, de gente acorralada, de sorpresas hechas llanto.
Te posaste como luciérnaga sobre mis hombros y en tu desvío quedé sujeta al último hilo de tus pisadas.
Creí que el adiós era final y  aunque te encontré no me equivocaba.
Fui a tu encuentro tan absurdo y me vi rodeada entre tus brazos. Te lloré mi muerte. Te esperé en el amanecer de mi llanto. Me sentía tan llena, tanta esperanza robada que brotaba de mis palabras por última vez. Tanto delirio que entregabas, tanta ridiculez desenterrada. Libros entremezclados de furia y pasión sobreviviente, de páginas que se llenaron de adioses descontrolados, de besos sofocantes, de pérdidas en el humo de tu ausencia.
Pero debo admitir que aún te sigo buscando en las mañanas.
Y es que hay días en los que te arranco de mi pecho apuñalado.
Y es que hay noches en las que, aún, duermes a mi lado. 

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